Un poco de historia…
En la Antigua Grecia los galardones se elaboraban en el campo de batalla con los bienes capturados (armas, estandartes, barcos de guerra, etc.) a los vencidos; la información se escribía en un registro histórico y se ofrendaba a los dioses. Un método de reconocimiento popular usado en esa época era la corona de laurel que se otorgaba durante los entonces nacientes juegos olímpicos. En la Roma Antigua, por otro lado, se edificaban impresionantes columnas y arcos que recordaban a los vencedores. Tristemente, la mayoría de estos no sobrevivieron al paso del tiempo o a la voracidad de los ladrones y han desaparecido. Ellos también acostumbraban entregar los reconocimientos en forma pecuniaria. La Edad Media dio inicio a la época en la cual los cálices se otorgaban a los campeones de las justas deportivas. Estas podían ser carreras de caballos en el hipódromo, regatas en lagos y ríos y otros tipos de enfrentamientos. La estructura además se transfirió al Nuevo Mundo, donde se siguió empleando un patrón idéntico. Hoy en día, se siguen concediendo premios a aquellos que sobresalen en las competiciones, gracias a sus habilidades, valor y esfuerzo. El objeto físico así recibido es guardado por el homenajeado cual recuerdo valioso del éxito alcanzado. Los trofeos, que muchas veces se personalizan, se fabrican de distintos materiales como madera, metal, vidrio o resina; y prácticamente no hay límite, a lo que en materia de diseños y grabados es posible hacer.